Esta es una de las pocas fiestas donde no se admite alcohol ni relaciones sexuales. Al que infrinja esta ley, el ukuku le proporcionara sendos latigazos. Para que no los reconozcan, los ukukus se cubren la cara con antifaces y cambian el tono de sus voces.
Ellos trepan a la punta del glaciar, muchas veces arriesgando sus vidas, para cortar un pedazo de hielo que bajaran a la madrugada, cargándolos en sus espaldas y que serán utilizados en la ceremonia de purificación de su pueblo, y para regar simbólicamente las primeras cosechas con esta agua sagrada de los Andes.
Se dice que en las alturas de los glaciares los condenados y diablos esperan a los ukukus para librar batallas con ellos; y muchas veces, causarles la muerte. Algunos ukukus quieren morir e integrarse a los glaciares y a Dios. Así es que, al subir a la montaña, se despiden de sus compañeros, porque no saben si regresaran. Una parte del hielo es llevado a los sacerdotes del pueblo para ser bendecida, y se coloca a los pies de la Catedral; justo a tiempo para la procesión de Entrada de los Santos de la fiesta del Corpus Christi; una de las fiestas mas fastuosas de todo el país. Allí los ukukus se confunden entre la muchedumbre celebrante.
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